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La Romántica

Este militarismo exacerbado es una tragedia


Tras un año de suma complejidad en lo político, económico y social, los conflictos entre Gobierno y oposición en 2017 comienzan desde temprano y no dan tregua.
Recientemente las celebraciones por los 25 años del intento de golpe de Estado del 4 de febrero de 1992 suscitaron evidentes reacciones de lado y lado, pero también puso frente a todos un punto de comparación. Un pasado y un presente.
Son dos las realidades que confluyen en un solo panorama. Por un lado, la oposición asume una restructuración que es impostergable, pero que no concreta con la velocidad que le exige el reloj de la bomba social. En el otro extremo, el Gobierno despliega todo el arsenal que está a su disposición para tratar de sobrevivir en los próximos meses y reeditar la parte final de 2016.
El psicólogo, politólogo y profesor de la Universidad Simón Bolívar (USB) y de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), Ángel Oropeza, no duda al decir -con cierto tono de lamento- que el gran bache en la historia reciente del país es el retorno de un exacerbado militarismo.
“Una de las grandes tragedias de este país bajo esto que se llama revolución bolivariana es la involución que hemos tenido, en la cual el gran y casi único poder fáctico es el poder militar”.
Frente a esa realidad, Gobierno y oposición tratan de ajustar las próximas acciones.
─¿Cuál es el panorama actual de la restructuración política de la oposición, qué es lo que tenemos en frente?
─Con la oposición sucede que ahorita tenemos una coexistencia de dos posiciones estratégicas. Una que ciertamente tienen más apoyo y otra que también tiene apoyo. Hay una posición que podríamos llamar más de confrontación, más de choque de poderes o más radical; esa tiene varios supuestos: primero,  Maduro tiene que irse ya y de cualquier forma. Segundo, a Maduro se le puede ganar por K.O. ya y esa táctica de debilitarlo sistemáticamente ya no puede ser la vía. El tercer supuesto es que tienes 80% de la población y ya con eso es suficiente. La otra oposición también tiene sus supuestos y son, en primer lugar, que hay que insistir en la ruta electoral y son los que dicen ‘bueno, Maduro tiene que irse ya, pero no de cualquier forma, porque si se va de una forma inadecuada, eso nos puede costar mucho más caro’. Lo segundo es que el K.O. no funciona y lo que sí da resultado es la táctica del debilitamiento sistemático. Y el tercer supuesto es que tú estás en dictadura, no en democracia, y en dictadura 80% de apoyo es vital, pero no es suficiente; necesitas erosionar las bases de apoyo del Gobierno y dividirlo.
─¿Y en el oficialismo?
─En el Gobierno la cosa es más complicada porque el actor nuclear de la revolución desapareció y lo que queda es el recuero. Ahora lo que hay es un conjunto de grupos, cada quien cuida su parcela de poder. Maduro es uno de los que gobierna, pero también muchos más lo hacen, cada quien en su parcelita. Ahí es mucho más complicado y lo único que lo comuniza es una sola cosa: mantener el poder. Este un Gobierno que la gente piensa que es superpoderoso y que lo puede hacer todo, basta con que lo diga y seguro lo logrará y no es así. Pero también hay muchos  que piensan que es muy débil y que si lo soplan se va a caer, algo que tampoco es cierto. Este es un gobierno que tiene su fortalezas y sus debilidades. Es fuerte en lo institucional, porque de los cinco poderes del Estado controla cuatro. En lo mediático también es fuerte, porque ¿quién para contar un chiste encadena al país? eso es fuerte. Y en la capacidad de ejercer fuerza, de reprimir, también es fuerte. Ahora, es débil en poyo popular, que es muy magro. Otra debilidad es el apoyo internacional. Por último, en la cohesión interna eres débil, porque tienes muchos grupos y muchas facciones. Ese es tu cuadro: fortalezas y debilidades.
─Pareciera que la ideología, frente a las acciones políticas y a los hechos, no le funcionó al final de cuentas al Gobierno.
─¿Cuál es la principal base de apoyo del Gobierno?  La Fuerza Armada. ¿Esta es una Fuerza Armada ideologizada? No. Es una Fuerza Armada pragmatizada, que considera que en términos de costo-beneficio es mucho más beneficioso que costoso estar en esta situación, y que convive con este juego. Tendrías que subirle el costo político a los componentes del sector militar de seguir en este juego, que no es algo fácil en la práctica. Pero no existe un compromiso ideológico. ¿Qué es lo que Maduro y su grupo han hecho para seguir contando con el apoyo de este segmento militar? Permite que las prebendas continúen.
─¿Por eso el ministro Padrino López dice que dejen a la FAN en donde está?
─No sé qué quiso decir con eso, pero lo que uno sabe es que no hay tal identificación ideológica.  Pero, ojo, la gente puede dejarse engañar por los discursos de ocasión; entonces al que le toque dar el discurso de orden del 5 de julio obviamente pegará cuatro gritos de patria o muerte. Eso le recuerde a uno, lamentablemente, los saludos de Pinochet a Allende antes de darle un golpe de Estado. No digo que eso sea lo que va a pasar aquí, y Dios nos libre de eso porque la forma en la que salgamos de esto es muy importante y una asonada de ese tipo nos metería en una situación mucho más grave que la actual, porque el grupo de Maduro tiene el problema inmenso de que sabe que tiene que ir a elecciones algún día y si no las puede ganar está entrampado. Una de las grandes tragedias de este país bajo esto que se llama revolución bolivariana es la involución que hemos tenido, en la cual el gran y casi único poder fáctico es el poder militar. Eso es una tragedia. En países más decentes y más civilizados la fuerza armada tiene un rol, pero no es la que decide. Aquí todo el mundo voltea a verla como el gran decisor. Y ante la pregunta de quién gobierna Venezuela la respuesta es que lo hacen los militares, pero no la fuerza armada, sino grupos de castrenses, unos aquí, otros allá. Eso es una tragedia. Una de las tareas futuras es poner a la Fuerza Armada en su lugar. Una cosa es lo militar, que es una función social noble, y otra cosa es el militarismo, que es una perversión, porque es aplicar en el mundo civil los códigos, el lenguaje, la forma de actuar de los militares. Este militarismo exacerbado es una tragedia y es una tendencia histórica que pensamos que estaba superada hasta que Hugo Chávez la puso de nuevo en la palestra.
─Y a eso hay que sumarle un creciente descontento entre quienes apoyan a la oposición; es como una mezcla de desesperación, rabia e impotencia, que hace que la gente quiera una respuesta y una salida con unos tiempos distintos en los que se desenvuelve la Unidad.
─El gran cambio en este país, que la gente no se da cuenta, es que democráticamente hablando tú no puedes acceder al poder si no te ganas antes al país, y ya eso se ganó. Este es un país abiertamente opositor. Hay una frase de Max Webber que dice que la política solo se hace con el cerebro. Cierta de dosis de pasión es necesaria, pero si eso no está acompañado de frialdad, no haces nada. Lo segundo es que, si bien es cierto que el entusiasmo por la oposición ha bajado, lo interesante de los estudios recientes es que los candidatos de la Unidad en unas elecciones en este momento ganan donde sea, y eso lo sabe el Gobierno. Ahora, que existe un enfriamiento afectivo con la oposición, sí. Pero no existe una migración electoral, y si existiera el Gobierno estuviera haciendo otra cosa, porque juega a dividir a la oposición y se refugia en sus fortalezas. El Gobierno sabe que tendrá que contarse. Coincido en que a la oposición le hace falta una reestructuración, porque le cambiaron el juego; es decir, pasaste de tener que ganar una elección a que haya una elección. El gran objetivo de la MUD es que haya comicios. El desapego por la oposición lo ha habido en el pasado. Hoy están en la parte baja, pero no es la primera crisis, solo que esta es distinta.
─Y si miramos hacia la otra acera, del lado del Gobierno.
Es muy complicado porque han intentado muchas cosas. Lo intenta con los CLAP y vamos a ver cómo lo ve con el Carnet de la Patria. Ha habido un proceso de madurez y hay que tener en cuenta que esos procesos son homogéneos. Por supuesto,  en política los imposibles no existen, pero yo veo muy difícil que el Gobierno pueda rescatar un nivel de apoyo popular al menos decente.
─¿Por eso la radicalización en algún punto, el nombramiento de Tarek El Aissami, y las demás designaciones y cambios en el Gobierno?
─Tarek viene a eso, si lo que quieres es reforzar la línea dura. Pero es interesante porque nadie cree que la designación de funciones a El Assami sea para beneficiar a la población. Nadie habla de que sea algo diseñado para una solución en función de. Indudablemente, siempre hay fricción interna. ¿Esa designación puede ser una forma de neutralizar algo dentro del chavismo? Nadie lo sabe. Lo cierto es que no se hizo buscando una mayor eficiencia o beneficio para solucionar los problemas actuales.
─El accionar del Gobierno pareciera ser contradictorio. Por un lado el CNE no fija un cronograma electoral y mientras tanto Maduro asegura que ganaría unas elecciones que obviamente no quieren.
─No es contradictorio, porque lo que hace el Gobierno es que trata de calmar. ¿Por qué es tan difícil que no haga elecciones y por qué se habla ahora del modelo nicaragüense, pero no se habla de no hacer elecciones? Primero, la presión internacional es ya muy fuerte y eso la exacerbaría. Pero además para tu base de apoyo que es la Fuerza Armada democracia son elecciones y ya, no le puedes pedir más. Que el Comandante en Jefe, es decir, el Presidente no se cuente, genera ruido. Entonces la raya divisoria entre democracia y no democracia es que haya elecciones. El Gobierno no puede arriesgarse a pasar esa raya, porque su base de apoyo no entendería que quiera gobernar sin contarse. ¿Qué hago? Trato de tapar con palabras y estiro la arruga lo más posible.
─Por otra parte Julio Borges asume que es necesario un cambio discursivo en la oposición, sobre todo hacia el sector militar, como parte de la restauración de la Unidad.
─El tema militar es un tema complejo, porque además hay mucha sensibilidad y cualquier cosa mal dicha puede herir sin necesidad. Lo cierto es que hay descontento en la Fuerza Armada. Pero hay que tener cuidado si se quiere tratar de transformar ese descontento en acción. Yo no quiero que eso se transforme en actuación proactiva; yo no quiero que tomes el poder porque ese no es tu rol, !¡cuidado! Yo, como alternativa democrática, tengo que diseñar una estrategia para venderte un país donde tú estés mejor que ahora; donde tu rol sea más atractivo que el de este momento. Hablo de que seas respetado, querido, hablo de rescatar eso. Pero no se trata de decirle al militar que se aparte, sino de venderle un país en donde sea un componente respetado.
─¿Es posible que el conflicto de poderes actual haya generado un grado de desánimo en general que haga que la gente ya no considere una salida electoral en 2017, sino en 2018?
─Ese es el juego del Gobierno: neutralizar el único poder que no controla usando el resto de los poderes que sí controla. Quizá, no de manera intencional, sino por descuido alguna dirigencia opositora se refugió mucho en la Asamblea Nacional y el Parlamento se convirtió en la oposición. Tal vez en el inicio del año pasado se cayó en ese error y, visto en retrospectiva, la MUD se desdibujó un poco y fue la AN la que fungió como la oposición. Cuando hablamos de la reestructuración de la Mesa de la Unidad Democrática hablamos de eso, de que vuelva a asumir el rol de dirección policía en la oposición, porque la asamblea no está para dirigir la oposición, ya que  tienen una función específica.
¿Qué lectura puede hacer del rol de la Iglesia y de su intervención?
─Desde el punto de vista social la Iglesia es la institución de mayor confianza y credibilidad del país. Tienes, más allá de lo religioso, una función social, porque este país se quedó sin una referencia clara, porque Chávez nos polarizó; un país tan homogéneo alguien decidió partirlo. La Iglesia entendió que ese hueco había que llenarlo y si no había nadie, entonces ella lo asume. Por eso la postura de convocar a las partes y no es que tenía que asumir una posición más radical, como han dicho algunos, eso no. La Iglesia es un actor que está más allá de las partes en conflicto. Por eso se prestó al diálogo, porque no podía negarse. El diálogo no resultó, pero no por culpa de la Iglesia y eso lo menciona el documento de la Conferencia Episcopal Venezolana. Como buena figura externa llama la atención de ambas partes y creo que tenemos que agradecer esa postura, incluso arriesgándose a recibir ataques de lado y lado. Lo bueno es que los estudios han demostrado que en este país el radicalismo es minoría.
─Sin embargo, se han incrementado los ataques a la Iglesia.
─Ese el problema de cuando generas un discurso de permisividad  y en el que criminalizas a la disidencia. Propicias las condiciones para que eso pase, aunque tú no lo dirijas, y además no lo sancionas. Pero, repito, está demostrado que es este, afortunadamente, el radicalismo es minoría.
─Parece que el Gobierno juega con el tiempo.
─Con el tiempo y con la desesperanza de la gente. El Gobierno intenta jugar a que la gente se divida, se desanime, se frustre. Jugar con el tiempo no es jugar con el tipo y ya, sino que es lograr que, al final, tú digas ‘ya está, no se puede’. Esa es su carta. ¿Eso está pasando? No. Este es un país en ebullición. Una cosa es la confusión, que no sepa a dónde ir y otra cosa es que esté desanimado. Hoy no parece probable que gane la desesperanza, pero obviamente el Gobierno seguirá intentándolo. Hay que rescatar la esperanza, porque cundo tú tienes que gobernar sin gente tienes que apoyarte demasiado en la fuerza y eso es costoso. Por eso las famosos manuales de la guerra psicológica de los soviéticos: generar una situación de permanente incertidumbre, para provocar angustia y la permanencia de la angustia te lleve a la frustración, para que la gente se resigne y triunfe la desesperanza. Ese es el sueño de gobiernos como este para no reprimir. Era la apuesta de Chávez y es, con más razón, la apuesta de Maduro. El objetivo de la MUD es contrarrestar eso, a pesar de todas las críticas, incluso desde sus propias filas. La gente piensa que el culpable de la crisis es el propio venezolano, es decir, la víctima es el victimario, que es el discurso del Gobierno.
─¿Eso no lo refuerza cierto discurso de una parte de la dirigencia opositora que señalaba que si el Gobierno llegaba a 2017, era porque la oposición no servía?
─Puedo pensar en que es una especie de autocrítica sana. Hay cierto sector que invita a sumir la postura de que el venezolano es malo, que habla de los antivalores y de una cantidad de cosas que son sencillamente mentira. Los valores no han cambiado, pero ante un discurso hostil la conducta cambia. Esa tendencia a escupir ara arriba en el fondo exculpa al verdadero responsable.
─Hablamos de formas. ¿Esa lucha contra la desesperanza puede pasar a otro nivel por la forma en que la Unidad pueda reestructurarse?
─La restructuración de la Unidad no es un tópico nacional, no es un hito. Qué hacer frente a Maduro sí. A la gente le importa qué hay que hacer. No importa si está “Chuo” o si hay una dirigencia tripartita, sino qué es lo que hay que hacer. Es decir, sedúceme. Lo importante es que el problema es de confusión, no de desánimo y eso solo puede atajarse si le das a la gente un ruta, una visual. Por supuesto, eso no es exclusivamente una labor de la MUD. Hoy en día un elemento común dentro de la Unidad es la importancia de la presión social, pero eso solo se puede convertir en verdadera presión social si tiene tres componentes: organización, disciplina y direccionalidad política. Una de las labores de la MUD es facilitar, porque la Unidad es una organización de partidos y al menos debe facilitar esos nexos con sectores sociales, para que eso decante en una estrategia final consensuada a la que habrá que llegar en un momento.

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