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La Romántica

El gran preso del chavismo


Agárrense de las manos: no hay comida ni dólares para importarla.
¿Pesimismo? No, optimismo, porque una situación catastrófica obligará a reconocer la realidad, cambiar de rumbo, y buscar una salida. Es inevitable, solo que tenemos unos dirigentes perdidos en discursos bobos que andan a la caza, de pajaritos preñados para comérselos crudos. ¿Se encontrará una salida? Solo cabe pensar que lo bueno que tiene esto es  lo malo que se está poniendo y que obligará a reemplazar al gobierno. ¿En qué tiempo? No se sabe, pero si tarda mucho nos hundiremos en un abismo sin fondo. En realidad, bastaría anunciar mañana la llegada al poder de unos boys scouts para que el país mejorara.
¿Qué le pasa a Maduro? ¿No tiene dos dedos de frente? O, ¿carece de poder? No manda, solo es un pobre inquilino de Miraflores. Nos inclinamos por esta última tesis. Si Maduro encontrara la puerta de salida, lo que no requiere mucho esfuerzo, si desmontara el sistema cambiario, si abriera un poquito la economía, el país hoy, quizá mañana sea tarde, daría el gran salto hacia adelante.
Maduro no solo no está plenamente convencido de rectificar, sino carece de suficiente fuerza para dar un viraje. Maduro es un preso del chavismo.
Quizá Trump sea el próximo presidente de Estados Unidos. Hace unos meses nuestros amigos se reían cuando les sugeríamos que sería candidato. Ahora, si lo postulan los republicanos, algo inevitable, quizá gane las elecciones con su discurso disparatado, y hasta los mexicanos nacionalizados norteamericanos voten por él. Cosas peores se han visto. La prensa lo ridiculiza, mejora en las encuestas; cuando dicen que es un pésimo candidato, a los electores no les quita el sueño. Sanders es una persona decente, lo apoyan los americanos decentes, pero Trump con sus trompadas llegará más lejos, derrotará con facilidad a la dulce Hillary y al buenote de Sanders.
A nosotros nos amenaza el hambre. No se producen alimentos, faltan dólares, el gobierno desesperado quiere reemplazar la comida con huertos caseros. No hay una medida más desesperada. Acabaron con la agricultura, las fincas privadas, los sistemas de riego y, de pronto, le faltan los dólares, el gran instrumento revolucionario de Chávez.
Chávez ha sido el primer comunista que creía fieramente en la fortaleza del dólar. Lo suyo era mandar dólares a sus amigos e importar todo lo que se necesitara. Asombroso.
Sobra la tierra en Venezuela para sembrar; alguna vez exportamos hasta arroz.
Para aumentar la producción se necesitaría aumentar la tierra cultivable o sencillamente incrementar también la productividad. No haremos ni lo uno ni lo otro. ¿Qué pasará si no aumenta el precio del petróleo o los chinos no nos regalan 5.000 millones adicionales? Pues, llega la hora de comerse un cable. Así, como suena. Comerse un cable.
“En Venezuela hay aproximadamente 27 millones de hectáreas cultivables, según los datos, ya un poco atrasados, del último censo agrícola y pecuario. De esa cantidad hay más de 2 millones de hectáreas que han sido expropiadas o intervenidas por el gobierno, sin que ello se haya traducido ni en más producción agropecuaria ni en mayor cantidad de propietarios agropecuarios” (Sergio Arancibia).
Con otro gobierno habría salidas, muchas, pero tenemos al gobierno que tenemos.
Y mientras el resto de América prospera nos hundimos en el hoyo.
Hay un consuelo, quizá con esa experiencia enterraremos para siempre los sueños socialistas. Ojalá. Este año, según Ecoanalítica, si seguimos como vamos la inflación rondará 295% y la caída del PIB, 6,8%.
Maduro es el gran preso del chavismo, tanto tiempo al lado del padre eterno, del iluminado, le secaron el cerebro. Está preso y nosotros lo acompañamos en la prisión.

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