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La RomΓ‘ntica

Los venezolanos arriesgan la vida para escapar del colapso econΓ³mico


Migrantes preparΓ‘ndose para abordar los barcos de los contrabandistas que los llevarΓ‘n de Venezuela a Curazao CreditMeridith Kohut para The New York Times


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WILLEMSTAD, Curazao β€” Los contornos oscuros de la tierra acababan de iluminarse cuando el contrabandista los obligΓ³ a lanzarse al mar.

Roymar Bello gritΓ³. Ella formΓ³ parte de los 17 pasajeros que en julio se subieron a un barco de pesca sobrecargado y de motores viejos, esperando escapar del desastre econΓ³mico de Venezuela para iniciar una nueva vida en la isla caribeΓ±a de Curazao.

Por miedo a las autoridades, el contrabandista se negΓ³ a acercarse a la costa. El hombre le ordenΓ³ a los pasajeros que se metieran al agua, mientras les seΓ±alaba la orilla lejana. Presa del pΓ‘nico, Bello gritΓ³ cuando fue arrojada por la borda, en medio de la oscuridad del amanecer.

Ella no sabΓ­a nadar.

Cuando empezΓ³ a hundirse bajo las olas, un compaΓ±ero la agarrΓ³ por el pelo y la remolcΓ³ hacia la isla donde se lavaron en un acantilado rocoso. Golpeados y con sangre, los emigrantes subieron mientras rezaban para conseguir trabajo, dinero y algo de comer para volver a empezar sus vidas.


β€œValiΓ³ la pena el riesgo”, dijo Bello, de 30 aΓ±os, y aΓ±adiΓ³ que los venezolanos, β€œvienen buscando una sola cosa: comida”.Continue reading the main storyFoto
Maria PiΓ±ero at an empty grocery store in La Vela, Venezuela. β€œI’m nervous,” she said. β€œI’m leaving with nothing. But I have to do this. Otherwise, we will just die here hungry.” CreditMeridith Kohut for The New York Times

Venezuela fue uno de los paΓ­ses mΓ‘s ricos de AmΓ©rica Latina, su riqueza petrolera atrajo a inmigrantes de lugares tan variados como Europa y Medio Oriente.

Pero despuΓ©s de que el presidente Hugo ChΓ‘vez se comprometiera a acabar con la Γ©lite econΓ³mica del paΓ­s y redistribuirle la riqueza a los pobres, la clase media y los ricos huyeron hacia paΓ­ses mΓ‘s acogedores, creando lo que los demΓ³grafos describen como la primera diΓ‘spora de Venezuela.

Ahora estΓ‘ en marcha una segunda diΓ‘spora, con menos ricos y ciudadanos que en muchos lugares no son bienvenidos.

MΓ‘s de 150.000 venezolanos han huido del paΓ­s en el ΓΊltimo aΓ±o, la cifra mΓ‘s alta en mΓ‘s de una dΓ©cada, segΓΊn los estudiosos que analizan el Γ©xodo.Continue reading the main storyFoto
Hundreds of Venezuelans lined up at a grocery store in La Vela in September to see if food would be delivered.CreditMeridith Kohut for The New York Times

Y mientras la revoluciΓ³n de ChΓ‘vez colapsa por la ruina econΓ³mica que provoca una grave escasez de alimentos y medicinas, los nuevos emigrantes incluyen a los ciudadanos de escasos recursos que las polΓ­ticas venezolanas debΓ­an ayudar.

β€œHemos visto una gran aceleraciΓ³n”, dijo TomΓ‘s PΓ‘ez, profesor de inmigraciΓ³n en la Universidad Central de Venezuela. El experto dijo que unos 200.000 venezolanos se han marchado en los ΓΊltimos 18 meses, impulsados ​​por lo difΓ­cil que es conseguir comida, trabajo y medicinas, sin mencionar la delincuencia que la escasez ha desatado.

β€œLos padres dicen: β€˜Prefiero despedir a mi hijo en el aeropuerto que en el cementerio'”, dijo.

Decenas de miles de venezolanos desesperados tambiΓ©n estΓ‘n llegando a Brasil, a travΓ©s de la cuenca amazΓ³nica. Otros inventan complicadas estafas para escabullirse por los aeropuertos de las naciones caribeΓ±as que en el pasado los aceptaban libremente. En julio, Venezuela abriΓ³ su frontera con Colombia solo por dos dΓ­as y 120.000 personas se precipitaron a comprar comida, segΓΊn los funcionarios. Un gran nΓΊmero de ciudadanos se quedΓ³ en ese paΓ­s.

Ahora lo mΓ‘s sorprendente es que los venezolanos huyen por mar, una imagen simbΓ³lica que recuerda a las peligrosas travesΓ­as para escapar de Cuba o HaitΓ­, pero eso no sucedΓ­a en Venezuela, una naciΓ³n petrolera.Continue reading the main storyFoto
Migrants leaving Venezuela on a smuggler’s boat. CreditMeridith Kohut for The New York Times

β€œTodo ha cambiado totalmente”, comentΓ³ IvΓ‘n de la Vega, sociΓ³logo de la Universidad SimΓ³n BolΓ­var. Este aΓ±o se incrementΓ³ en un 60 por ciento el nΓΊmero de venezolanos que huyeron del paΓ­s en comparaciΓ³n con el aΓ±o pasado, aΓ±adiΓ³.

β€œLos ingresos de estas personas son bajos”, dijo De la Vega sobre los migrantes mΓ‘s recientes. β€œLa ΓΊnica opciΓ³n que les queda es irse a los paΓ­ses cercanos, los que pueden llegar a pie, en balsas o en barcos con motores pequeΓ±os”.

La inflaciΓ³n llegarΓ‘ a casi un 500 por ciento este aΓ±o y se proyecta un alucinante 1600 por ciento para 2017, segΓΊn las estimaciones del Fondo Monetario Internacional. Esto reduce los salarios y crea una nueva clase de venezolanos pobres que han abandonado sus carreras profesionales por llevar una vida precaria en el extranjero.

β€œLos venezolanos como yo vienen a Brasil por una simple razΓ³n: es mΓ‘s fΓ‘cil sobrevivir aquí”, dijo Reinier Salazar, de 30 aΓ±os, un ingeniero industrial que se mudΓ³ a Brasil el aΓ±o pasado. Ahora cocina en un restaurante de comida rΓ‘pida por unos 400 dΓ³lares al mes, mucho mΓ‘s de lo que ganaba en Venezuela.

El Γ©xodo se desarrolla tan rΓ‘pido que desde 2015 unos 30.000 venezolanos se han trasladado a la regiΓ³n fronteriza del estado brasileΓ±o de Roraima, segΓΊn las autoridades. Ahora el ejΓ©rcito brasileΓ±o estΓ‘ desplegando patrullas a lo largo de carreteras y rΓ­os para disuadir mΓ‘s llegadas.

β€œEstamos en el inicio de una crisis humanitaria sin precedentes en esta parte del Amazonas”, dijo el coronel Edvaldo Amaral, jefe de la defensa civil del estado. β€œYa vemos abogados venezolanos trabajando como cajeros de supermercados, venezolanas que recurren a la prostituciΓ³n e indΓ­genas de ese paΓ­s que piden limosna en las intersecciones de trΓ‘fico”.


Algunos le pagan 1000 dΓ³lares mΓ‘s por persona a los contrabandistas para llegar a ciudades como Manaos y San Pablo, dicen las autoridades, mientras que otros simplemente cruzan la frontera hacia Brasil. En Pacaraima, una pequeΓ±a ciudad fronteriza brasileΓ±a, cientos de niΓ±os venezolanos estΓ‘n matriculados en escuelas locales y familias enteras duermen en las calles.Continue reading the main storyFoto
Two would-be migrants waiting for the boat that will take them from Venezuela. CreditMeridith Kohut for The New York Times

β€œEs difΓ­cil encontrarle una soluciΓ³n a este problema porque involucra al hambre”, dijo el alcalde, Altemir Campos. β€œVenezuela no tiene suficiente comida para su gente, asΓ­ que algunas personas se vienen para acÑ”.

Las pequeΓ±as islas caribeΓ±as vecinas de Venezuela son mucho menos hospitalarias y simplemente aclaran que no pueden absorber esa ola migratoria. Las mΓ‘s cercanas a la costa venezolana, Aruba y Curazao, le han cerrado las fronteras a los venezolanos pobres desde el aΓ±o pasado, los obligan a mostrar 1000 dΓ³lares en efectivo antes de poder entrar β€”esa cifra equivale a mΓ‘s de cinco aΓ±os de sueldo en un trabajo de salario mΓ­nimoβ€”.

Ambos paΓ­ses han aumentado el patrullaje y las deportaciones, y Aruba ha reservado un estadio para albergar hasta 500 emigrantes venezolanos despuΓ©s de ser capturados, segΓΊn las autoridades.

La suerte le cambiΓ³ de forma dramΓ‘tica a los venezolanos, que en el pasado reciente viajaban a Curazao para gastar dinero como turistas, no para pedir trabajo.

β€œTodos dicen: β€˜Usted es de Venezuela. Usted es de un paΓ­s rico que lo tiene todo'”, dijo Bello sobre sus encuentros con los ciudadanos de la isla. β€œY les respondo: β€˜Eso ya no es asΓ­'”.
Atravesando mares y fronteras

Ahora abundan los hogares vacΓ­os en las calles de La Vela, el pueblo pesquero donde naciΓ³ Roymar Bello en Venezuela, porque sus propietarios se han marchado atravesando el mar.

Han hipotecado propiedades, venden los electrodomΓ©sticos e incluso le piden prΓ©stamos a los mismos contrabandistas que los transportan junto con las drogas y otras mercancΓ­as.

El viaje a Curazao implica una travesΓ­a de casi 100 kilΓ³metros llenos de mar picado, bandas armadas y barcos de la Guardia Costera que buscan capturar a los emigrantes y deportarlos a su paΓ­s.Continue reading the main storyFoto
Maria PiΓ±ero, left, with her son, Roger Bello, and his 19-year-old girlfriend, Yaisbel, who is six months pregnant.CreditMeridith Kohut for The New York Times

DespuΓ©s de ser arrojados por la borda y nadar hasta tierra firme, se esconden en el monte para reunirse con los contactos que los insertan en la economΓ­a turΓ­stica de esta isla caribeΓ±a. Limpian los suelos de los restaurantes, venden baratijas en la calle o incluso satisfacen las demandas sexuales de los turistas holandeses, obligados por los contrabandistas a pagar por su viaje trabajando en un burdel, segΓΊn las autoridades de Curazao.

Innumerables familias venezolanas viven como los Bello. Al no poder conseguir alimentos en su paΓ­s, ahora estΓ‘n dispersos a travΓ©s de los mares y las fronteras.

Rolando, el hermano de Roymar Bello, trabaja en el sector de construcciΓ³n en Curazao y recientemente su esposa llegΓ³ al paΓ­s, dejando en Venezuela a su hija de 7 aΓ±os. Un tΓ­o de ellos no tuvo tanta suerte: permanece en una prisiΓ³n de Curazao, acusado de contrabandear inmigrantes como sus familiares.

Otro caso es el de Wilfredo Hidalgo, de 27 aΓ±os, quien es primo de los Bello y estudiΓ³ administraciΓ³n de empresas en Venezuela pero nunca consiguiΓ³ trabajo. Hace dos aΓ±os fue deportado de Curazao despuΓ©s de llegar en aviΓ³n. Ahora trata de regresar en barco, luego de ahorrar la mitad de los 350 dΓ³lares que necesita para pagarle a los contrabandistas.

β€œΒΏQuΓ© mΓ‘s puedo hacer?”, dijo.

TambiΓ©n estΓ‘ Roger, el tercero de los hermanos Bello, cuya novia de 19 aΓ±os, Yaisbel, estΓ‘ embarazada de seis meses. Roger explicΓ³ que se va a Curazao para poder mantener a su hijo. Yaisbel dijo que se quedarΓ‘ en Venezuela pero le pedirΓ‘ un prΓ©stamo a los contrabandistas para pagar el viaje de su marido y usarΓ‘ la casa de su madre como garantΓ­a. Dijo que, con suerte, su madre nunca se enterarΓ­a del negocio.

β€œSolo estoy pendiente de su barriga”, dijo Roger Bello. β€œAntes de que el niΓ±o nazca, estarΓ© en Curazao”.

MarΓ­a PiΓ±ero, de 47 aΓ±os, es la madre de los hermanos Bello y le habΓ­a dado un chaleco salvavidas a su hija Roymar porque no sabΓ­a nadar. Pero el contrabandista se lo arrancΓ³ justo antes de lanzarla al mar, diciendo que las olas eran tan altas que era mejor nadar por debajo.

Ahora, a pesar del calvario de sus familiares, PiΓ±ero prometiΓ³ hacer el viaje en barco. β€œEstoy nerviosa”, dijo. β€œMe voy sin nada. Pero tengo que hacerlo porque de lo contrario, nos moriremos de hambre”.

Una noche, a fines de septiembre, PiΓ±ero subiΓ³ a bordo de un barco en un pequeΓ±o pueblo en la costa norte del paΓ­s. Ella se arrodillΓ³, rezΓ‘ndole a Dios para que sobreviviera al viaje y encontrara una vida mejor en Curazao.

Los otros pasajeros, con lΓ‘grimas en los ojos, tambiΓ©n comenzaron a rezar y algunos unieron sus manos en un cΓ­rculo en la playa. Murmuraban plegarias para que la Guardia Costera no los atrapara, decΓ­an que eran buenas personas, que eran madres y padres.

Se metieron con el agua hasta el pecho, alzando sus pocas posesiones y subieron al bote. El motor arrancΓ³ y se dirigieron hacia el horizonte.Continue reading the main storyFoto
Venezuelan migrants boarding a smuggler’s boat that will take them to the island of CuraΓ§ao.CreditMeridith Kohut for The New York Times

Incluso el contrabandista parecΓ­a angustiado por esa desgracia que lo beneficiaba.

β€œPreferirΓ­a que la crisis se acabara y mi negocio se terminara”, dijo el contrabandista despuΓ©s de que se marcharon. β€œPreferirΓ­a mil veces que no hubiera crisis y pudiΓ©ramos vivir en la Venezuela de antes”.
El bote que desapareciΓ³

JesΓΊs Ramos sabΓ­a que tenΓ­a que nadar hasta tierra firme desde el bote del contrabandista. AsΓ­ que pasΓ³ sus ΓΊltimas semanas en Venezuela corriendo en el mar frente a su casa en La Vela, recuerda su madre.

William Cordero, su amigo de 29 aΓ±os, tambiΓ©n se fue. PasΓ³ ese mes solicitando una licencia comercial para la barberΓ­a que planeaba abrir con todo el dinero que esperaba ganar en Curazao. Ya habΓ­a comprado un letrero que decΓ­a: β€œBarberΓ­a β€˜Mi fe en Dios'”.

Pero el barco que los llevaba nunca llegΓ³ a Curazao.Continue reading the main storyFoto
Saribeth Cordero with the clothes her brother, William, wore while working as a barber. The boat that smuggled him out of Venezuela vanished. CreditMeridith Kohut for The New York Times

Los dos amigos, junto con otros tres migrantes y un capitΓ‘n, desaparecieron en algΓΊn lugar de la costa de Venezuela el aΓ±o pasado. No se encontraron restos. La ΓΊnica prueba de que su viaje se hizo son las selfis enviadas desde sus telΓ©fonos inteligentes antes de partir. Los hombres posaron al lado de la lancha con grandes sonrisas.

β€œTrato de no llorar. Me digo: β€˜Mi hijo estΓ‘ bien, eso es todo'”, dijo Florangel Amaya de Ramos, la madre de JesΓΊs.

El plan era sencillo: un viaje de siete horas en una lancha rΓ‘pida. Si eran detenidos por la guardia costera de Curazao, se convertirΓ­an en turistas. Y con sus documentos en bolsas de plΓ‘stico, estaban listos para nadar hasta tierra firme, sabiendo que el contrabandista querΓ­a hacer una escapada rΓ‘pida. Luego encontrarΓ­an a sus contactos usando los telΓ©fonos celulares que llevaban escondidos en jarras vacΓ­as.Continue reading the main storyFoto
Saribeth Cordero with a cellphone photo of her missing brother, William Cordero.CreditMeridith Kohut for The New York Times

Cordero ya tenΓ­a un chip de telΓ©fono mΓ³vil de Curazao. Dos aΓ±os antes estuvo en la isla y trabajΓ³ ilegalmente como barbero, llegando a ganar varios miles de dΓ³lares que le enviΓ³ a sus familiares en La Vela. Pero en 2015 fue deportado.

RegresΓ³ a una Venezuela sombrΓ­a. Las largas filas para conseguir comida se estaban convirtiendo en algo comΓΊn en La Vela y la inflaciΓ³n golpeΓ³ sus ingresos.

Incluso en grandes ciudades como Caracas y Maracaibo los alimentos bΓ‘sicos como la harina de maΓ­z, que es la piedra angular de la dieta venezolana, se han vuelto muy difΓ­ciles de encontrar, mientras que un creciente mercado negro eleva todos los precios. En ciudades rurales como La Vela, los residentes sufren una aguda escasez porque tienen menos acceso a los alimentos y los servicios; ademΓ‘s, su poblaciΓ³n tiene menos dinero.

Cordero tratΓ³ de aprovechar la oportunidad y abriΓ³ una barberΓ­a en el patio de su hermana, vestido con un uniforme blanco como el que llevaba en Curazao. Pero solo ganaba cerca de 40 centavos de dΓ³lar por corte de pelo, comparado a los 35 dΓ³lares al dΓ­a que hacΓ­a en la isla.

En ese momento volviΓ³ a pensar con intensidad en la idea de volver a Curazao. Pero ese paΓ­s habΓ­a implementado nuevas restricciones de visado para los venezolanos. La ΓΊnica manera de regresar era en los barcos de los contrabandistas.

JesΓΊs Ramos, el amigo de Cordero, conocΓ­a a un hombre que estaba recolectando 200.000 bolΓ­vares por persona, unos 200 dΓ³lares para ese momento, con el fin de zarpar con un bote lleno de contrabando. Ramos, de 20 aΓ±os, tambiΓ©n fue deportado despuΓ©s de trabajar como jardinero en Curazao, pero no habΓ­a podido encontrar trabajo en Venezuela. Una vez que se agotΓ³ el dinero de su primer viaje, su esposa y tres hijos pasaron muchos dΓ­as de hambre.

El contrabandista encontrΓ³ a dos hombres mΓ‘s de la zona y una quinta migrante llamada Jessica MΓ‘rquez que habΓ­a venido de MΓ©rida, una ciudad ubicada a casi 650 kilΓ³metros de distancia.

Durante varios dΓ­as, los cinco esperaron ansiosamente en La Vela mientras el contrabandista recibΓ­a informes de otros pescadores de Curazao sobre las patrullas de la Guardia Costera, tratando de decidir cuΓ‘l serΓ­a la noche mΓ‘s segura para partir.

Saribeth recuerda una de las conversaciones del grupo que solΓ­a reunirse en la peluquerΓ­a de su hermano. Recuerda que MΓ‘rquez preguntΓ³: β€œΒΏY si hay tiburones?”. β€œNo puedes ser tan negativa”, respondiΓ³ Cordero. Pero Saribeth afirma que su hermano tambiΓ©n estaba asustado. β€œEstaba nervioso por el ocΓ©ano”, comentΓ³.Continue reading the main storyFoto
Migrants waiting at a safe house in Venezuela for the boat that will take them out of the country.CreditMeridith Kohut for The New York Times

Ramos habΓ­a vendido su motocicleta para pagarle al contrabandista y le dijo a su madre que ya no la iba a utilizar. Ella le preparΓ³ una bolsa impermeable con jabΓ³n, pasta de dientes, antibiΓ³ticos y algo de ropa. Luego llegΓ³ una camioneta y se fueron.

Esa tarde llegaron a Tucacas, el pueblo donde se encontraron con el contrabandista, y allΓ­ pasaron la noche en un albergue. Recientemente el motor de uno de los barcos habΓ­a fallado, algo que le preocupaba a Ramos y se lo mencionΓ³ a un amigo que habΓ­a accedido a buscarlo una vez que llegara a Curazao.

β€œEsta bien, hombre… solo relΓ‘jate, pronto estarΓ‘s aquí”, le escribiΓ³ el amigo en un mensaje de Facebook que Cordero le enviΓ³ a su madre.

β€œSΓ­, hermano, maΓ±ana, si Dios quiere”, le contestΓ³ Ramos.

Cordero subiΓ³ al barco y le mandΓ³ una selfi a su hermana. Llevaba shorts amarillos y sin camisa, haciendo un signo de paz con la mano. Esa fue la ΓΊltima vez que alguien tuvo informaciΓ³n sobre el grupo de migrantes.

La primera en saber que algo habΓ­a salido mal fue la madre de Ramos. El amigo de Curazao le escribiΓ³ por Facebook que habΓ­a esperado a su hijo toda la noche pero nunca llegΓ³.

β€œLlorΓ© toda la noche”, dijo la mujer.

Las preguntas atormentan a las familias de los migrantes perdidos cada vez que miran al mar. ΒΏSerΓ‘ posible que sigan vivos? ΒΏVenezuela volverΓ‘ a ser el paΓ­s donde los venezolanos no necesitaban nadar hasta la costa de Curazao despuΓ©s de haber sido arrojados desde un bote de contrabandistas?

Florangel Amaya de Ramos sigue esperando a su hijo y habla de Γ©l en tiempo presente. Cada domingo va a misa para pedir por su regreso.

β€œSiempre hablo con Dios”, dijo. β€œSiempre estoy mirando esa imagen de la Virgen. Tengo miedo de que algΓΊn dΓ­a me grite: β€œBasta, ya. Es suficiente'”.
Los peligros del viaje

Rolando Bello estaba sentado en un muelle de Curazao y le preocupaba su madre. Era septiembre, una semana antes de que ella tomara un bote para visitarlo. Γ‰l conoce bien los peligros de la travesΓ­a porque ha hecho el viaje en dos ocasiones.

El bote que llevarΓ­a a su madre se preparaba para partir y su hermana Roymar, que habΓ­a sido arrastrada hasta la costa, fue deportada por las autoridades de Curazao durante el verano. Desesperada por trabajar, le pidiΓ³ un prΓ©stamo a los contrabandistas para viajar hasta Aruba.

Rolando vive en Curazao con Lennymar ChΓ‘vez, su esposa. Ella habΓ­a llegado a la isla ese mes usando un nuevo esquema. Como no tenΓ­a los mil dΓ³lares necesarios para presentarse como un turista venezolano en la aduana, los contrabandistas le alquilaron ese dinero. Luego se le acercaron en el aeropuerto para recuperar el dinero y cobrar la cuota de alquiler que es de cien dΓ³lares.

Lennymar se sentΓ³ al lado de su esposo y los dos comieron un gran almuerzo. Un barco navegaba mΓ‘s allΓ‘ de una fila de fachadas coloniales y Venezuela se sentΓ­a a un mundo de distancia.

β€œNo he comido una arepa desde hace tres meses”, dijo ella. β€œSolo pude comerme una aquΓ­, en Curazao”.

La pareja dejΓ³ a su hija de 7 aΓ±os en La Vela, con parientes. Rolando estudiΓ³ para ser ingeniero en la industria petrolera de Venezuela pero ahora es un obrero de la construcciΓ³n y gana cerca de 65 dΓ³lares al dΓ­a. Lennymar se entrenΓ³ para ser enfermera, pero tiene pocas esperanzas de poder trabajar en su profesiΓ³n en Curazao.

β€œNo me importa limpiar”, dijo. β€œLo importante es que estoy trabajando aquí”.

Pero las autoridades de Curazao, al igual que las de otras pequeΓ±as islas del Caribe, temen que los inmigrantes reduzcan la mano de obra local o cometan delitos violentos.

β€œMi preocupaciΓ³n es quΓ© tipo de personas estΓ‘n entrando a Curazao”, dijo Nelson Navarro, ministro de Justicia de la isla, quien argumentΓ³ que la llegada de los venezolanos coincidiΓ³ con un aumento del 15 por ciento en la delincuencia, particularmente en los robos a mano armada. β€œEn Venezuela, no dudan en disparar contra un oficial de policΓ­a, pero aquΓ­ esto es noticia”.

Para Álex Rosaria, un legislador de la isla, el problema de que los migrantes sigan entrando a Curazao es que el desempleo de ese país se ubica en el 11 por ciento.

β€œTenemos una capacidad limitada para atender a los refugiados”, dijo Rosaria.

Por ahora, la Guardia Costera del Caribe se encarga de los refugiados. Rob Jurriansen, un oficial naval holandΓ©s que dirige las operaciones en Curazao, dice que su pequeΓ±a flota solo intercepta a una pequeΓ±a fracciΓ³n de los migrantes, tal vez entre el 5 y el 10 por ciento de los barcos procedentes de Venezuela. Dice que los funcionarios de Holanda, la antigua potencia colonial que aΓΊn estΓ‘ vinculada a Curazao dentro del Reino de los PaΓ­ses Bajos, temen que no puedan controlar la ola migratoria.Continue reading the main storyFoto
Members of the Dutch Caribbean Coast Guard patrolling Caracas Bay, looking for smugglers and Venezuelan migrants. CreditMeridith Kohut for The New York Times

β€œEllos quieren prevenir una situaciΓ³n como la de Libia”, dijo, refiriΓ©ndose al flujo de migrantes que cruzan el MediterrΓ‘neo para llegar a Europa.

Su estaciΓ³n estΓ‘ cerca de la BahΓ­a de Caracas que ahora es el punto de llegada de muchos de los que huyen de Venezuela. Una densa formaciΓ³n rocosa cubre la isla por varios kilΓ³metros en cada direcciΓ³n, formando un laberinto por el que los migrantes vagan al entrar en Curazao.

Mientras tanto, MarΓ­a PiΓ±ero, la madre de Rolando, se estaba preparando para su segundo intento. En septiembre, despuΓ©s de casi llegar a la isla, su bote se devolviΓ³ porque los contrabandistas temΓ­an ser capturados por la guardia costera.

PiΓ±ero volviΓ³ a embarcarse en una clara noche de octubre. A las 21:00 le enviΓ³ un mensaje a sus familiares justo antes de partir. Durante su primer viaje el mar estuvo picado pero esta vez los 13 pasajeros se deslizaron suavemente sobre las olas.

Sin embargo, el ocΓ©ano calmado tambiΓ©n significaba que eran visibles cuando llegaron a la maΓ±ana siguiente, antes del amanecer. En algΓΊn lugar de la costa, los funcionarios de la Guardia Costera vieron una β€œextraΓ±a mancha” en el agua.

Roymar fue la primera de la familia que se enterΓ³ de lo que pasΓ³. Un amigo la llamΓ³ a las 6:00 a. m. y le dijo: β€œChica, detuvieron a tu madre. Atraparon el barco con drogas”.

Ella no querΓ­a creer la noticia pero abriΓ³ su computadora para ver quΓ© podΓ­a encontrar en internet. Ya estaban circulando las imΓ‘genes de los pasajeros detenidos por las autoridades y reconociΓ³ a su madre.

β€œSΓ­, era ella con el pelo rojo. Se cubrΓ­a el rostro para que no la vieran”, dijo Roymar.

En una breve entrevista telefΓ³nica, PiΓ±ero dijo que aterrizΓ³ junto a una docena de otros pasajeros detenidos. Durante la conversaciΓ³n su voz se quebrΓ³, sonaba desesperada y cansada.

β€œPensΓ© que valdrΓ­a la pena, pero al final no fue asΓ­, porque voy de regreso”, dijo, antes de que la lΓ­nea se cortara.

Su hijo Rolando permanece en Curazao con su esposa, pero la captura de su madre arroja una sombra pesada en la pequeΓ±a casa que comparten con otra familia venezolana. La pareja estaba tratando de reunir el dinero para el billete de aviΓ³n de PiΓ±ero, que los deportados estΓ‘n obligados a pagar. Lo enviarΓ­an a travΓ©s de un tercero para evitar ser descubiertos.Continue reading the main storyFoto
Maria PiΓ±ero, in La Vela, as she awaited a boat to smuggle her out of Venezuela. CreditMeridith Kohut for The New York Times

Una noche del mes pasado, Rolando estaba solo y se preguntaba si la promesa de vivir mejor en Curazao habΓ­a valido la pena por todo el daΓ±o que le causΓ³ a su familia.

β€œSolo Dios conoce el sacrificio que se hace”, dijo. β€œPero bien. AsΓ­ es la vida”.

Su hija, Roymar, estaba enojada.

β€œEs muy triste porque esperamos llegar de una sola vez”, dijo. β€œY, de repente, despuΓ©s de un viaje tan largo, te atrapan. Y devuelven a Venezuela”.

β€œImagΓ­nate la desesperaciΓ³n en la que estΓ‘ mi madre”, agregΓ³. β€œNo tiene dinero. Ahora tendrΓ‘ que vender su casa. Β‘QuΓ© locura!”.



Ana Vanessa Herrero colaborΓ³ con este reportaje desde Willemstad, Meridith Kohut desde La Vela, Venezuela, y Simon Romero desde RΓ­o de Janeiro.

ARUBA, BRASIL, CRISIS ECONΓ“MICA, CURAZAO, HUGO CHÁVEZ, MIGRACIΓ“N, VENEZUELA

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