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La RomΓ‘ntica

Venezuela: De la fΓ‘bula de riqueza a la indigencia

β€œEl capitalismo como fenΓ³meno econΓ³mico que darΓ‘ orΓ­gen a la creaciΓ³n en ciertas partes del globo de un poderoso caudal de riqueza forjada por el esfuerzo humano de una libre iniciativa, no aparecerΓ‘ nunca entre nosotros, ni siquiera expresado en sus etapas mΓ‘s elementales y embrionarias”
Serie Blurred in Despair / Fabiola FerreroΒ©

Por LUIS JOSÉ OROPEZA

Desde la apariciΓ³n milenaria del hombre sobre la tierra, la idea de la riqueza no existiΓ³ en la conciencia de sus moradores. Ella emerge desde hace sΓ³lo la increΓ­ble brevedad de tres siglos. En aquel largo transcurrir sΓ³lo habΓ­a habitantes con modos de vida entre sΓ­ diferentes. La convivencia comprometida en todos los sentidos, para todas las almas sin distinciΓ³n alguna, era recia, dura, inclemente e inhΓ³spita.

Es sΓ³lo a partir del renacimiento industrial en el siglo XVIII cuando en Europa y solamente allΓ­ surgen los primeros indicios del privilegio econΓ³mico de alcanzar el bienestar. Nace con ellos la esperanza de una era venidera cuando la vida podrΓ‘ ser mΓ‘s humanamente digna, provechosa, creativa y sana.

No habrΓ‘ para todos. VendrΓ‘ acompaΓ±ada de la desigualdad inevitable. CrecerΓ‘ allΓ­ la raΓ­z de la injusticia. Desde entonces las ansias y el fervor por la igualdad, no pocas veces frustradas en una distribuciΓ³n impar, impulsarΓ‘ consigo el advenimiento del ensueΓ±o de las utopΓ­as que al frustrarse surgirΓ‘ la necesidad de su imposiciΓ³n por la vΓ­a arbitraria de las revoluciones. Nada serΓ‘ peor que tratarnos a todos por igual.

Desde entonces sΓ³lo serΓ‘ factible distinguir entre paΓ­ses ricos y paΓ­ses pobres. Antes de eso las diferencias entre ellos solo podΓ­an contrastarse entre avanzados o atrasados por las diversas dotaciones de la fuerza bΓ©lica para la recΓ­proca defensa. Γ‰ramos asΓ­ poderosos o indefensos, con mΓ‘s o menos recursos para dominar o ser dominados por los demΓ‘s.

El capitalismo en Venezuela

El capitalismo como fenΓ³meno econΓ³mico que darΓ‘ origen a la creaciΓ³n en ciertas partes del globo de un poderoso caudal de riqueza forjada por el esfuerzo humano de una libre iniciativa, no aparecerΓ‘ nunca entre nosotros, ni siquiera expresado en sus etapas mΓ‘s elementales y embrionarias. De la sociedad econΓ³mica libre se habla sΓ³lo para cuestionarla. El poder pΓΊblico monopolizΓ³ la propiedad de la riqueza. Heredamos e hicimos una repΓΊblica con un Estado enemigo del capitalismo.

La Sociedad venezolana, en esa larga y eterna transiciΓ³n, languidece desde luego inmensamente pobre, desprovista de todo recurso institucional para enfrentar aquel aterrador desamparo, incluso mirado desde la perspectiva de su mΓ‘s cercana vecindad.

Ese fenΓ³meno del contraste se hizo mΓ‘s profundo y agudo en relaciΓ³n con los herederos de la hazaΓ±a de EspaΓ±a en este costado del mundo, cuando las estructuras del imperio, discriminados en una rΓ­gida prestancia virreinal, nos hacΓ­a aΓΊn mΓ‘s dependientes en nuestra propia marginalidad estructural. El Estado metropolitano era el soberano y el ΓΊnico dueΓ±o del acervo comΓΊn. En el mercantilismo imperante la riqueza era un atuendo solo adjudicado a las pertenencias exclusivistas de la Corona.

Durante la Colonia de los caudales metropolitanos y despuΓ©s de ellos los muy exiguos del Estado Republicano, sin existencia de una intermediaciΓ³n financiera en obsequio de la gestiΓ³n individual, solo percola la pobreza que a todos nos deja en un desamparo apabullante. Γ‰ramos la menguada provincia de un inmenso territorio, moradores aislados y dispersos en una vasta desolaciΓ³n, desnudos de instituciones colectivas que pudieran ofrecerle consistencia a la presencia de nuestra propia identidad.

Los vΓ­nculos mΓ‘s estrechos se abrigaban apenas entre aldeas pequeΓ±as, radicadas todas en un extenso mundo campestre, entre sΓ­ inaccesible e incomunicado.

La riqueza europea

Cuando el concepto y la posibilidad del fenΓ³meno de la riqueza comΓΊn va apareciendo en algunas latitudes del viejo continente, cuando la ilustraciΓ³n escocesa, aquel despertar intelectual del siglo 18 cuyo epicentro en la Gran BretaΓ±a se concentra en las ciudades escocesas de Edimburgo y Glasgow, uno de sus mΓ‘s notables integrantes, Adam Smith, se percata de una necesidad entonces inΓ©dita. Indagar las causas capaces de explicar por quΓ© unas naciones se eternizan siendo pobres y algunas pocas empiezan prontamente a gestar un cΓΊmulo sorprendente de crecientes riquezas, jamΓ‘s conocido.



El milagro americano

Todas las sociedades del mundo se percatan de aquella obra mΓ‘gica y de sus innovadoras indagaciones, pero no todas ante sus prΓ©dicas reaccionan de igual manera. De allΓ­ que nada es mΓ‘s pertinente a esos efectos que explorar el fenΓ³meno de la abundancia material en el lugar donde el predominio liberal con mayor vigor y consistencia pudo crear y consolidar una colosal riqueza, en el menor tiempo posible: los Estados Unidos de AmΓ©rica.

Desde la creaciΓ³n de aquella naciΓ³n sus padres fundadores asimilan sus primordiales enseΓ±anzas y consagran sus esfuezos a la formaciΓ³n de la idea de la libertad no tan sΓ³lo en el ambito individual del ciudadano, donde incluso aΓΊn la discriminaciΓ³n racial sobrevive y la posterga. La esclavitud era aΓΊn en una desviada tradiciΓ³n un derecho de propiedad. Con igual empeΓ±o acogen la cultura de la libertad de los mercados para cuyo intercambio abierto es indispensable poder consagrar el derecho a la propiedad privada de bienes y servicios. AllΓ­ no hay excepciones. La libertad de transar sin interferencias del Estado la perciben como la clave maestra para abrir espacios amplios a la riqueza ilimitada para todos.

Las ideas de aquel clΓ‘sico que los guiarΓ‘ para siempre lo asimilan y ponen en prΓ‘ctica ellos antes que ningΓΊn otro. Los creadores y gestores de una sociedad de su misma lengua que inician en el Norte una naciΓ³n nueva e ingeniosa, donde las pautas de aquella obra magistral empiezan prontamente a ponerse en ejecuciΓ³n. Para nosotros la libertad de comercio fue una vΓ­ctima inquisitorial.

Los padres fundadores de aquel nuevo orden polΓ­tico innovan tambiΓ©n en el campo de las transformaciones sociales y polΓ­ticas, pues nunca pretenden desprenderse de la tradiciΓ³n institucional de sus orΓ­genes ancestrales.

Ellos polΓ­ticamente se liberan, pero no se independizan de Inglaterra, se la traen consigo no sΓ³lo en sus instituciones polΓ­ticas sin monarca, atraen la tradiciΓ³n deliberativa a todas sus instancias, las tornan republicanas pero independientes una de la otra, para con la ponderaciΓ³n de ese rΓ­gido equilibrio, establecer una democracia sustentable.

Se traen tambiΓ©n las instituciones econΓ³micas para con ellas guiar el rediseΓ±o de otra naciΓ³n semejante pero distinta. La libertad y propiedad privada y plural serΓ‘n desde el principio y para siempre el eje de todo un orden moral, polΓ­tico y material donde se irΓ‘ a forjar una riqueza diversificada, una opulencia social, gigantesca y vastamente compartida.

Independencia sin libertad

ΒΏPero quΓ© hicimos nosotros cuando desde el inicio nunca se suscitΓ³ ni por un solo instante el afΓ‘n por la riqueza? ΒΏCΓ³mo podrΓ­amos esperar llegar prontamente a ser en algΓΊn momento menos pobres que en los siglos de la Colonia? Esa interrogante no estarΓ­a nunca inscrita en nuestra agenda republicana.

Dijimos y reiteramos que nos copiamos los textos constitucionales del Norte. Pero lo mΓ‘s real es que nunca nos dispusimos a acoger su espΓ­ritu. Nunca nos impusimos la exigencia del equilibrio de los poderes del Estado. El contrapeso de los poderes pΓΊblicos fue la primera de nuestras frustradas conjeturas.

Uno sΓ³lo los asumiΓ³ para su voluntad exclusiva y nunca se doblegΓ³ ante el deber de compartirlo. Hicimos desde nuestros inicios un Estado patrimonialista e irrestrictamente personalista.

Los hΓ©roes de la guerra se fueron tomando para sΓ­ las potestades que, segΓΊn ellos, les atribuΓ­a el mΓ©rito de los triunfos gloriosos de la guerra frente a EspaΓ±a. Los Congresos y la Justicia fueron sus primeros sΓΊbditos. La propiedad privada indispensable para definir la libertad individual fue desde el principio una quimera.

Para la rectorΓ­a de la RepΓΊblica, la libertad la confundimos con la Independencia, presumimos que aquella vendrΓ­a espontΓ‘neamente con la liberaciΓ³n de EspaΓ±a. Lo logramos en una guerra sangrienta frente a un poder metropolitano, pero no pudimos hacernos libres de nosotros mismos.

El Estado que creamos no fue uno civilizador, fue, no pocas veces, un ente autocrΓ‘tico, personalista y depredador. El soberano que lo hizo suyo ejerciΓ³ todos los poderes pΓΊblicos. La instituciΓ³n de la propiedad privada, aunque se estampara en el texto de una ley, en la realidad era tan precaria, opaca y frΓ‘gil que ella no podΓ­a cumplir su cometido de crear los elementos para conformar la informaciΓ³n esencial de un avanzado capitalismo. El mercado y sus precios como medio insustituible de informaciΓ³n fue siempre ignorado.

Los controles de precios en bienes y divisas se hicieron crΓ³nicos. El ΓΊnico producto que, desde que aparece, se somete al dictamen de los mercados serΓ‘ el petrΓ³leo, en la cuota de sus exportaciones. Internamente el precio fue siempre una discrecionalidad populista del dueΓ±o del Estado.

La contrarreforma agraria

En una sociedad con una economΓ­a con abundancia de tierras siempre solitarias, despobladas, en espera de una cultura agrΓ­cola que las redimiera, la propiedad de la tierra era un falso seΓ±uelo de la riqueza, y la inversiΓ³n agrΓ­cola privada, interna y forΓ‘nea fue siempre riesgosa y aleatoria, sometida a la eventualidad de los vaivenes de la polΓ­tica.

Al no existir para esa iniciativa y sus productos una confiada libertad de transacciΓ³n, con precios rΓ­gidamente controlados, no pudo nunca modernizarse ni crecer capitalizada para una alta y creciente productividad competitiva.

La faena del campo fue sometida, desde el siglo XIX, al acecho permanente del capricho de los autΓ³cratas seculares que nos fueron dominando. Luego, por ese fenΓ³meno siempre frustrado que la condenΓ³ a su eterna incapacidad competitiva y sΓ³lo contribuyΓ³ a despoblarse mΓ‘s y a impulsar la emigraciΓ³n a los centros urbanos plagados de rancherΓ­as de frustrados campesinos congregados en las grandes ciudades. Todo fue un fenΓ³meno rural consecuencia de esa estrategia populista que en AmΓ©rica Latina hemos llamado con el falso calificativo de la Reforma Agraria.

Nos ha sido difΓ­cil entender cΓ³mo nunca esa reparticiΓ³n burocrΓ‘tica de tierras no se conociΓ³ nunca en la historia de los Estados Unidos ni en Europa. DespuΓ©s del sistema medieval de la Mesta espaΓ±ola, donde la tierra comΓΊn se destinΓ³ a todo lo contrario: el encierro de la propiedad que hizo posible hacerla individual, propia y moderna.

Las polΓ­ticas pΓΊblicas de esos paΓ­ses avanzados dejaron que quienes tenΓ­an vocaciΓ³n rural adquiriesen las tierras y las explotaran con libertad. Entre nosotros desgraciadamente el latifundista mΓ‘s extenso, improductivo y voraz que hemos consolidado en estos siglos es el Estado Venezolano.

ΒΏY esa inundaciΓ³n de la rancherΓ­a urbana de dΓ³nde viene? Primero, porque todas estΓ‘n levantadas sobre propiedades invadidas y luego porque proliferaron con el auspicio y la protecciΓ³n del Estado. La vergΓΌenza de la consolidaciΓ³n de barrios, la eternizaciΓ³n de la pobreza.

AsΓ­ como nadie lava un carro alquilado, nadie levanta en terreno propio una rancherΓ­a inhΓ³spita: todo ha sido consumado por causa de una violaciΓ³n consentida de la propiedad de predios ajenos.

Cuando el liberalismo surge en el siglo XX, acogimos acΓ‘ la misma estrategia hispanoamericana de impulsar la hazaΓ±a burocrΓ‘tica de la expropiaciΓ³n agraria. Con ella llegΓ³ tambiΓ©n el control de precios de todos los productos agrΓ­colas. Como bien lo explican infinidad de autores, sin propiedad privada no puede haber precios libres, el escenario espontΓ‘neo del mercado libre es indispensable para hacer la riqueza perdurable.

Los ΓΊnicos proyectos que han podido soportar el control absurdo de los precios, por su productividad creciente derivada de la irrigaciΓ³n barata, han sido los proyectos de TurΓ©n, una colonia inmensa de inmigrantes europeos que con su experiencia milenaria convirtieron esa unidad agrΓ­cola en un campo semejante a las praderas americanas.

Lo mismo con la selecciΓ³n de sus beneficiarios, en el caso de la Represa del GuΓ‘rico y el testimonio del milagro en el Valle de Quibor, emprendido por los isleΓ±os y la no menos ejemplar labor de los pioneros de Portuguesa. Muchos aΓ±os antes habΓ­a aparecido el milagro genΓ©tico de la ganaderΓ­a en Carora que tampoco logrΓ³ salvarse del acecho pΓΊblico.

Cien aΓ±os de petrΓ³leo

Con el reventΓ³n del Zumaque en 1914 se reiniciΓ³ otra vez, como en los remotos tiempos de El Dorado de los conquistadores, la fΓ‘bula incuestionada en el sueΓ±o de la imaginaciΓ³n popular y en la interpretaciΓ³n de los intelectuales mΓ‘s conspicuos del momento de que a partir de aquel hallazgo inesperado y maravilloso empezarΓ­amos todos a salir de la pobreza que nos agobiaba desde siempre, antes y despuΓ©s de la fundaciΓ³n de la RepΓΊblica.

Una frase recogerΓ­a unos aΓ±os mΓ‘s tarde, cuando la explotaciΓ³n petrolera alcanzΓ³ proporciones inesperadas, que la faena de aquella generaciΓ³n estaba llamada a cumplir la hazaΓ±a de la Siembra del PetrΓ³leo.

CreΓ­mos con esa propuesta, tan entusiastamente acogida en la retΓ³rica polΓ­tica, que con ella serΓ­a mΓ‘s accesible y fΓ‘cil convertir el caudal de aquellos inmensos ingresos recurrentes, en un emporio de fΓ‘bricas diversas para producir lo que el venezolano requerΓ­a para prosperar, diversificarse y competir en los mercados mundiales. Nuestra agricultura serΓ­a pronto un emporio de modernidad.

Siempre creΓ­ y asΓ­ lo conversΓ© mΓ‘s de una vez con su ilustre ponente, que a nosotros no nos ocurrirΓ­a aquello que presenciamos en la historia de NorteamΓ©rica. A Uslar se le olvidΓ³ el sembrador. EstΓ‘bamos en la instancia de repetir el mismo error de EspaΓ±a con la plata del PotosΓ­. SerΓ­a monopolizado por un Estado, que no era como el noruego o el inglΓ©s. La nacionalizaciΓ³n del recurso entregada al abismo de una tradiciΓ³n populista significaba una privatizaciΓ³n anΓ‘rquica sometida al dominio personal de quien ejerciera el poder de la RepΓΊblica.

DesoΓ­mos la advertencia de Karl Popper de que nadie podΓ­a asegurar que el poder jamΓ‘s recaerΓ­a, habiendo tenido tantos, en las garras de algΓΊn malhechor. Para resguardarse de ese riesgo, aconsejaba que lo importante consistΓ­a en contemplar las instituciones capaces de impedir que los malos hiciesen el menor daΓ±o posible.

Por eso Chavez, al privatizarlo, pudo regalar el petrΓ³leo y arruinar la gran empresa como si fuera un patrimonio personal. Aquel desgraciado destino se iniciΓ³ el dΓ­a en que se tomΓ³ el rumbo que tanto temieron y pretendieron resguardar RΓ³mulo Betancour y Juan Pablo PΓ©rez Alfonzo. Pdvsa nunca deberΓ­a exponerse a ser vΓ­ctima de la gestiΓ³n de intereses comprometidos con el orden parcial de la polΓ­tica partidista.

Venezuela ya no es ni siquiera la fΓ‘bula de una riqueza. Para redimirla del destino de la pobreza tenemos que emprender la conquista de la libertad individual y dignificar la propiedad y el manejo privado de nuestros ingentes recursos.




Papel Literario

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