Muchos que no vieron lo que pasaba ante sus ojos se preguntan ahora cómo ha sido Rusia capaz de armar la invasión tan solventemente
La invasión de Ucrania por fuerzas rusas, en la madrugada del día 24, forma parte del enfrentamiento «a frotamiento duro» entre Rusia, por un lado, y los EE.UU. y la OTAN (con perdón por la redundancia) por el otro. Ucrania pone el terreno de juego, y los demás somos mayormente espectadores o comparsas. En tal pugna, Putin se ha revelado como un hábil gestor de crisis, así como un clásico en manejo del escenario operativo. Ha sabido mantener siempre la iniciativa, bien que contando con una atmósfera doméstica falta de contrapesos políticos, judiciales y mediáticos.
Muchos que no vieron lo que pasaba ante sus ojos se preguntan ahora cómo ha sido Rusia capaz de armar la invasión tan solventemente. Aquellos no vislumbraron que los rusos «de maniobras», cerca de las fronteras ucranianas (tanto con Rusia como con Bielorrusia), no eran un pegote.
Por el contrario, por su gran volumen (alrededor de 150.000 efectivos) así como por incluir todo tipo de apoyos de combate y logísticos (mantenimiento, abastecimiento, intendencia, hospitales de campaña, etcétera), las unidades rusas en presencia poseían una formidable y creíble capacidad para entrar en combate rápidamente. Capacidad que era, consecuentemente, una de las opciones en manos de Putin. Y éste, para ganar peso, y abandonando la estricta vía diplomática, se decantó por ella.
Inicialmente, y de la manera más ortodoxa, se atacaron y destruyeron bases militares, aeródromos, polvorines e instalaciones de mando y control ucranianos que, lógicamente, provocaron daños colaterales a civiles (de los que los medios están dando cumplida cuenta). Logrado el cegamiento perseguido, inmediatamente comenzó una maniobra terrestre rápida y de objetivo limitado, porque la ocupación completa de Ucrania parece estar fuera de cuestión. Lo difícil no es llegar sino mantenerse indefinidamente.
Se encontraron con una Ucrania sola militarmente y con un Ejército «mediano», a pesar de los envíos de armas que ha recibido de varios países. Porque la cosa no funciona así. Todo necesita su tiempo. Solamente un soldado bien formado y adiestrado, tanto moral como psicofísica y técnicamente,es capaz de emplearse solventemente contra los riesgos y desafíos del complejo teatro de operaciones moderno. Y si no tienes soldados con tales cualidades entonces, simplemente, no tienes soldados.
El pasado 30 de enero, en mi blog publiqué el artículo ¡HALA, TODOS DE MANIOBRAS! Allí esbozaba un mapa «artesano» fijando tres direcciones de ataque de las fuerzas rusas respectivamente: desde Bielorrusia a Kiev (objetivo estratégico incuestionable para derrocar el sistema político imperante); desde Crimea a Jerson en la desembocadura del río Dniéper; y, la más 'pesada', partiendo de los oblast 'amigos' de Lugansk y Donetsk subdividida en varios esfuerzos incluyendo como objetivo a Jarkov, segunda ciudad del país. La línea de objetivos a alcanzar y mantener sería Jarkov―Dnipropetrovsk―curso inferior del Dniéper―Jerson, con lo que Odessa quedaría a tiro de piedra y Putin, además, se 'zamparía' Mariupol y convertiría el mar de Azov en un lago interior plenamente ruso. Por ahí van los tiros.
Desde tal posición de fuerza, Putin podría entonces― quizás pueda ya―, pedir la rendición del ejército ucraniano, la caída del gobierno y plantear la negociación con EE UU para una potencial desescalada del conflicto. Todo ello sin descartar una entente entre Rusia y China que supondría un vuelco al escenario geopolítico-estratégico europeo y mundial, al ampliar la incertidumbre a Asia y al Pacífico. Todo está todavía abierto: paz; o paz templada; o guerra fría; u hostilidades mayores…
* Pedro Pitarch, teniente general retirado, ex jefe del Eurocuerpo y de la Fuerza Terrestre y ex director general de Política de Defensa
ABC INTERNACIONAL
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