El señor Maduro fue el gran perdedor de las votaciones parlamentarias. El voto castigo se dirigió a
castigarlo a él. No sólo a él, claro está, pero sí principalmente. Maduro se defiende alegando que esos
resultados fueron como una bofetada. Pero se equivoca. Fueron mucho más que eso. Fueron una
patada en todo el alcance del término. Maduro es lo más notorio del legado de su predecesor.
Jamás habría llegado al poder si no es por la decisión que Chávez seguramente adoptó en
concertación con los hermanos Castro Ruz. Su paso por la jefatura del Estado ha sido una tragedia
para los venezolanos y, votando, ellos mismos se han encargado de hacerlo saber.
¿Qué hará Maduro? Muy probablemente buscará todas las excusas y pretextos que pueda para tratar de
esquivar la responsabilidad. Muy probablemente pretenderá seguir en Miraflores como si nada hubiera
pasado; como si todo esto fuera un blip sin demasiada importancia. Muy probablemente continuará
agobiando al país con su retórica de supuesta revolución, mientras el latrocinio pica y se extiende.
Pero no. No fue una bofetada lo que recibió Maduro. Fue una patada. ¿O no?
Fernando Luis Egaña
flegana@gmail.com
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